viernes, 30 de octubre de 2015

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En física general, todo sistema tiende a equilibrarse. El caos fluye inevitablemente hacia el orden y produce así la entropía.

Un caso ejemplar puede ser la de esos globitos de nieve (esos que nos regalan como souvenires de lugares que no podemos ir porque somos pobres y nos lo recuerdan con una imposibilidad a escala 1:18) que al agitarse explota una tormenta de nieve de brillantina o telgopor sobre la basílica de San Pedro o la Torre Eifel. Los falsos copos de nieve se remueven con furia un buen rato, pero si se mantiene el globo en reposo con el tiempo regresará a su estado natural de buen clima.

Es inevitable no relacionar lo que ha sucedido en estos treinta y tres meses de paternidad con esa esa fórmula física que más o menos nos quiere hacer saber que no importa lo que suceda, ni que tan fuerte se agite tu vida y se derrumbe el mundo, al final, la rutina siempre siempre siempre acudirá para salvarte y restaurarlo todo.

Mirando en retrospectiva, no he podido encontrar momento más caótico que los primeros días de ser padre. Pocas cosas son más erraticas que el llanto de un bebé. No responde a los deberes y responsabilidades que tenemos los adultos, no se molesta en coordinar sus siestas para darte unas pocas horas de sueño seguidas, no le importa si se caga en medio de una fiesta, un colectivo o en el Mc Donal. Una criatura llega para ponerte a prueba.

El tema es que ya estaba a prueba. Si convivís con tu pareja ya estabas a prueba desde hace mucho. Porque como si no fuera poco tener que lavarte el cerebro para visualizar campos de fresias y lavanda en un pañal cagado que te está manchando hasta los codos, además vas a tener que rendir exámen constantemente a ver qué tan mal lo hiciste frente a tu mujer que pese a haberse graduado de madre el mismo día que vos de padre siempre conserva la razón. 

De algún modo mágico, con el correr del cronómetro, las presiones se fueron acomodando y las responsabilidades tienden a mutarse en costumbres más cotidianas, como lavarse los dientes o pagar la boleta de luz. Y todo vuelve a la normalidad. Es verdad que es una normalidad distinta. Es la rutina lo que hace normal lo que antes sera un desastre completo. Visto de esta perspectiva, la rutina es una invaluable aliada.

Así reflocecen los olvidados momentos que encontras para darte un gusto. Aprovechas a mirar un capítulo de Games of Thrones, empezas a pedir helados de otros gustos que de vainilla y crema americana, cada vez se escucha menos las infames y enfermizas canciocitas de Disney Junior. Inexplicablemente comenzas a perder algo de la veintena de kilos que engordaste. La sexualidad regresa y las relaciones sexuales vuelven de las largas vacaciones que se tomaron. A veces, si tenes suerte, hasta lo hacés con tu mujer.

Y la vida mejora. Te sonríe. El sol vuelve a brillar. La feliz entropía inunda tus días. Desenpolvaste las ganas de vivir.

Ahí es cuando la física hace agua. Cuando todo se tranquiliza siempre aparece un pelotudo que viene de visita y sacude el globo de nieve mientras vos no lo miras. Ahi la comparación entrópica de lo que carajo te pasa recae en la alegoría de Sisifo que se pasa la eternidad empujando una piedra hasta la cima de la montaña.


Si. Estamos otra vez embarazados.

Y el ciclo se renueva. El circulo de la vida que con tanta mención aparece en El Rey León continúa girando. Circulo: otro fenómeno matemático que simboliza la rueda de la vida. Círculo; figura geométrica plana, cerrada, cuyos puntos son equidistantes del centro y poseen un radio y una circunferencia asociadas por una constante... En este párrafo hay más asociaciones a la vida que la mierda. Casi que asusta.

Toda esta experiencia se reduce a que hace unas pocas semanas se enteró mi hija de que se aproximaba su hermanit@ cuando presensiaba, sentadita desde una silla, la escografía que le se practicaba a mi mujer. Un tipo grande tarda quince minutos en comprender una radiografía pero la piba enseguida se dió cuenta de que lo que se movía ahí dentro de la panza y se mostraba en el monitor era un bebé. Bueno, la tarada de la doctora, también una boluda, le preguntó si estaba contenta de que iba a tener con quien jugar.

Y cerca de terminar la sesión, la doctora le pregunta: ¿Cómo se va a llamar tu hermani@?

Mi hija responde con una epifanía.
- Pi.

Dos letras; un megaverso de significados.

Al pareceer uno cuando es chico es increiblemente inteligente y al contrario de lo que tenemos por aceptado, al crecer se vuelve un pelotudo que se justifica con funciones entrópicas y mezcla la filosofia con la física para justificar que tan boludo puede llegar a ser.