jueves, 21 de febrero de 2013

La niña que nos convirtió en manada


Resulta ser que cuando sos padre primerizo se te llena el culo de intrigas. Sobre todo al momento de reconocer cual es el siguiente paso en este camino de a dos.  Yo me vestí  los emblemas de seguridad y liderazgo pero mi mujer, que por algo bien es mi mujer, se dio cuenta siempre que soy un boludo vestido de apariencia. Me ama tanto que me dejó seguir con la farsa.

Igual tengo mis motivos para ser como soy. Yo todavía soy de esa clase de paisano que llama matasanos a los doctores. Desconfío de lo que ponen dentro de las vacunas y me autodiagnostíco no mas medicina que un tiempo sin hacer esfuerzos. No por nada soy un médico civil de mi mismo.
Y acá estábamos. Pisando a cada rato el sanatorio para controlar como andaba el progreso de nuestra hija.  El proceso de estos nueves meses ya se me terminaba junto con esa fachada de saber lo que pasaba.

-Ay mirá lo que se me salió, vida.
-Ah, quedate tranqui, es parte del tapón mucoso
-Si?
-Si, no pasa nada es normal. Estaba en el libro ese del embarazo  «Mentira, lo mencionaron en la peli Ligeramente embarazada »

Entramos esa mañana del lunes a la guardia pensando que era el momento de la gran llegada. Nos habíamos despertado con la sorpresiva sensación de rotura de bolsa.  «Si llega a nacer hoy, esta piba es un golazo. Nos dejo dormir toda la noche» pensé. Bajamos  por la escalera al subsuelo del hospital porque los ascensores siempre están ocupados yendo para la dirección contraria a donde necesitas. Después de esperar  un buen rato a la partera vestida de amarillo que nos iba a recibir, nos ve que acarreamos los bolsos para la internación y me mira por encima de los anteojos bajando la cabeza.  –Bueno, mami que te paso, decime.

Resulto ser que aquella conchuda nos atendió con cara de "que ganas de hacerme perder el tiempo, la puta madre" y nos mando a casa tal como fuimos. Pero nos hizo mandar a hacer un control fetal de rutina para que terminemos de perder el día. Además, me hizo revocar mi licencia medica civil.

El control fetal es en el segundo piso. Con algo de esfuerzo llegamos con mi mujer, que a estas alturas ya tenía un andar campaneante meciéndose de una pierna a la otra. Aquella enfermera resultó ser que se habría tomado una siesta porque nos atendió con la cara y ojos hinchados. «Estaba linda la dormilona? hija de puta» No me dejó pasar y me queda afuera otra vez esperando en el mismo sillón que ya llevaba esperando media hora.

Salimos del edificio y los del estacionamiento me cobraron 60 pesos  como castigo de venir en una falsa alarma.

Al día siguiente volvimos. Martes de control semanal ya aceptado. Veniamos con una buena racha de buen tiempo. Una vez estudiado el sistema, mi mujer empezó a afinar el ritmo y se dio cuenta que si iba al monitoreo a las 3 de la tarde, salía justo para ser una de las primera en formar esa cola interminable que espera a ser atendida por nuestra obstetra. Esa puta vez no fue así. No se que falló pero volvimos a estar esperando horas para pasar. Pasamos tantas horas que ya conozco que asientos son los que se liberan antes y donde esta el único enchufe del piso para cargar los celulares y no quedar incomunicados.

Al entrar la doctora la revisa. Siempre los mismos controles, las mismas recetas. Que el hierro, que el supradyn, que la calcevita, y otras mierdas. Pero me puso los puntos con lo que nos dice
-Bueno, le falta recorrer un poquito nomás y ya estamos en término. Venganse mañana después del mediodía que vamos a ver como anda otra vez y si todo anda bien lo hacemos nacer a ese bebe.

Y ahí es cuando te digo que se te llena el culo de intrigas y te metés justamente en el culo lo que decía el puto libro que no terminamos nunca de leer, la seguridad, el liderazgo, las apariencias, los consejos de todas las madres que hay en la familia, el programa de bebés de Utilisima y toda esa mierda que no te acordás de un carajo para cuando es necesario. Mi mujer increíblemente mantuvo la compostura un buen rato. Yo disimule mis piernas de flan y se me pasó todo cuando tuvimos que pagar 70 pesos de estacionamiento. A esta altura ya me había pagado varios meses de cochera usandolo solo un par de veces ese estacionamiento aprovechador de boludos que decidimos tener familia.

Al llegar a casa, no teníamos luz. Muy puto de su parte Edesur, pero ya estábamos acostumbrados porque Edesur se portó así desde hace mucho y ese es un cantar para otra ocasión y en otro espacio.  Pasamos aquella noche contando las contracciones y controlando el ritmo. Sin luz, sin aire y cagandonos de calor. Si llegaban a ser 3 contracciones en 10 minutos, había que ir al hospital.

Ya de día y miércoles, almorzamos alguna pavada que no recuerdo y salimos bastante mas tarde que el  mediodía. Fiel a nosotros, a nuestra hija ya le estábamos inculcando nuestro accionar impuntual que tanto nos representa.
Otra vez en la guardia del subsuelo, otra vez esperar a la doctora y para que nos diga, casi lo mismo que el día anterior.

-Bueno, la falta un poquitito nomás. Te voy a dar esto que nos va  a hacer mejorar el ritmo de las contracciones y cuando tengas las contracciones buenas durante  horitas volves aca que te vuelvo a revisar. Ahora hacete un monitoréo  y  tráemelo cuando vuelvas.

Otra vez a esperar a la enfermera que se pega siestas y nos saluda con “Ay hasta en la sopa ya nos vemos” Yo pensé exactamente lo mismo pero sin su gracia adjunta. El monitoero salió con zarpada actividad como era de esperar.  Y ahí nomas nos quedamos controlando el ritmo de las contracciones buenas.
En eso me llega un mensaje de chat en el celular que no esperaba tan temprano. Mi vieja.

-DONDE ESTAN VAMOS PARA ALLA
-??? Faltan un montón de horas. Para que van a venir?
-BUENO NO IMPORTA ESPERAMOS DONDE ESTAN 

Termino pasando lo que era obvio pero no tuvimos en cuenta. La familia copó la sala de espera del piso de maternidad mientras mi mujer esperaba las contracciones buenas ya con un dolor que le crispaba los nervios. Ellos todavía cargaban con aquella licencia médica civil igual que la mía antes de que me bochara en medicina.

-Hijo, que vaya llendo con la doctora.
-Ma, dijo que tiene que mantener el ritmo 2 horas y todavía no se cumple 1.
-Bueno pero vayan llendo igual y si todavía falta vuelve a esperar.

Todos sabemos que el consejo es para calmar ansias propias.
Para cuando volvimos, la doctora nos mando a seguir esperando una horita más y mi vieja perdió su licencia médica también.

Para cuando la doctora nos vino a buscar de manera última yo ya me había colgado los nervios de las pelotas y me mandaron a hacer los tramites de internación.  Para que decir que no había nadie en los boxes administrativos. Recorro del primero al último. Termino llamando “Buenas noches!” Sale un gordito que estaba escondido detrás de un escritorio. Un capo que tenia un celular con tele y se escuchaba desde el mostrador. Una enfermera duerme siestas, un gordito administrativo que se esconde para ver la tele. Te juro que me caía de culo si la doctora no venía al parto con cuatro líneas aspiradas.

Volví al piso de maternidad y me sentí de lo más solo. Hasta ahora yo había hecho todo en pareja. Pero se habían llevado a mi mujer y empezaron sin mí. Si, si, es ridículo. Pero no sentí que se había olvidado de mí, sino mas bien abandonado. Me despedí de la familia montonera (a esas alturas ya estaban todos los miembros presentes y hasta el cura amigo que nos casó) que ya empezaba a acosar a preguntas a cada personal médico que salía de la sala de preparto y entré a la habitación donde todo ya había empezado. « Yeguas, no me esperaron para el trabajo de parto»

Me sentaron en un sillón en un rincón cual potus esquinero y con aires de amenaza como «si molestás te vas» y me porté como nene bueno.
Lo que siguió a continuación fue  una seguidilla de eventos que me causaron una horrorosa impotencia.  Las parteras que fueron y vinieron nos dejaron solos más de una vez «Pará, pará!!! Que hago yo???»  Me ponía a su lado, nos agarrábamos de la mano, respirábamos juntos y cuando volvían las señoras de amarillo iba corriendo a mi sillón de penitencia. No se que habrán pensado pero en un momento me mandaron a esperar afuera «Pero si me porté bien»
Afuera, había una puerta corrediza de vidrio tan grande como todo el pasillo al que daba. La familia se asomaba, saludaba y se me quedaba viendo  un buen rato como si yo estuviese haciendo malabares. Mientras esperaba castigado afuera veo salir por otra puerta a un padre sacándose la cofia de la cabeza y secándose lágrimas. Estaba en las clases de preparto con nosotros.

-Uh, che. Te felicito. Que fue? Salió todo bien?
-Gracias caballero! Un gordo hermoso. Todo bien  resultó la cesaria
-Quien los atendió?
-Benvenutto. Un genio!

Aquel Benvenutto era el doctor que siempre recibía a sus pacientes y los despachaba más rápido que un auto en boxes. Era el bigotudo que yo miraba con recelo cada vez que llamaba otra paciente mientras nosotros esperábamos martes tras martes sentados esperando nuestro turno.

Me llama la partera para que vuelva a la habitación. Pero la situación estaba mucho más tensa de lo que la dejé. A mi mujer le reventaron la bolsa para acelerar el parto pero ahora tenía dolores más fuertes.  Ni bien me siento en mi sillón-penitencia la partera y la doctora se van.  «Volvé! La puta madre volvé! Donda carajo dejé la liscencia medica??? »

Después de unos minutos eternos llega un muchachito con la camilla para llevarla a la sala de parto. Me preguntaron si iba a presenciar el parto y tragando saliva asentí con un gesto más minúsculo imposible. Mientras se alejaba la camilla, me hacen despojar de mis ropas y me dan un ambo esterilizado que tenía bordado un Papá por si te perdés y te confunden con cirujano. Me hicieron esperar otra vez afuera esperando algo que no me dijeron. «No se habrán olvidado estos boludos y me van a dejar afuera no?»
Sale otro padre de la sala de partos.

-Te felicito che! Salió todo bien?
-Si. Un flash, 3 kilos 400 salió la nena. Entramos hace media hora, rapidísima la cesarea.
-Benvenutto?
-Si

Benvenutto se convirtió entonces en el espadachín del visturí. Llegaba el tipo a la sala y ZAS! ZAS! ZAS! como si fuera el mismo El Zorro.  Trajo al mundo a dos criaturas mientras yo me masticaba los codos de los nervios.

Finalmente me hacen pasar. EL mismísimo caos poblaba aquela habitación. Todos vestidos de amarillo iban y venían mientras mi mujer yacía adormilada por la anestesia.  Aparecen personas que atravesaban las puertas para escribir algo en unas notas, intercambiaban chistes internos y desaparecían.  Un pelirrojo vino solo a brindar su servicio de oxigenador, prendiendo una maquinita y se sentó a esperar como trabajaban los demás. Y para colmo era horario de la cena y estaban organizándose que pedían para comer

-(…) hay rissotto en el menú. Que hacemos? Pedimos otra cosa mejor.
-Fran no entraba viste, con lo codo que es. Comía risotto.
-Ya propuse yo, pidamos sushi.

«Como mierda pueden pensar en comer sushi mientras revolvían a mi mujer???  Ponganse a trabajar en serio argolludas!» Todo aquello que sensibilizaría hasta al famoso Vlad el Empalador, se cubría con el velo de la esperada llegada de nuestra hija. Podíamos resistír cualquier cosa hasta verla salir al mundo.  Y es así que en la última contracción, mi mujer se infló de aire, se puso roja como un ají puta parió y empezó a empujar con la fuerza de Sanson derribando el templo. Una de las parteras se subió literalmente a la panza y apoyando el codo comenzó a amasar como una pizza.


Y en medio de toda esa cruda brutalidad sale entonces Lucía, con los ojos abiertos y cara de enojada. 

-22:47, nació Lucía –anunció una de las parteras.

Durmiendo con la boca abierta como el papá.

Se te cae el mundo loco. Que pocas cosas buenas hice al mundo pero que buena y única es haber concebido a esa hermosa criaturita. Te empequeñeces tanto ante el universo que empezás a comprender que formamos parte del milagro de la vida. Así como otros dejan de lado el protagonismo de sus vidas y vuelcan su prioridad en nuestras necesidades cuando llegamos a este mundo, ahora me tocaba a mí pasar la posta a esta vida recién traída.

Llora mientras la secan y limpian y al apoyarla en los brazos de mi mujer se calma y cierra los ojos. Terrible. Nos felicitan todos los presentes, mi mujer llora y el doctor del oxígeno se retira para realizar el pedido del sushi. La neonatóloga que llevaba mucho tiempo sin que yo le prestara atención la toma en brazos –Papi, ahora te llamamos para que nos acompañes y la vistas a la nena.
Me quedé esperando pero ahora con ganas de irme. Mi mujer ya estaba dopada por la anestesia y el cansancio y todo lo que hasta ahora no me impresionaba se me transformó en una parodia de la Masacre de Texas. Los detalles me los guardo.  

Me llaman. Me hacen firmar unos papeles. Pude haber firmado cinco cheques en blanco y vender el alma al diablo que no sabia lo que firmaba. Entro y ahí estaba ella, llorando y pataleando desnudita. La enfermera le puso una inyección en cada piernita «ASESINA! DEJA A MI HIJA!» y me invitó a vestirla. Mi mujer me hizo practicar poniéndole un pañal a un nenuco pero el nenuco no se movía… Tardé varios minutos en ponerle un escarpín pero la enfermera perdió la paciencia (se ve que le estaban comiendo los sushis) y me la arrebata para terminar de vestirla ella. La neonatóloga entra y me cuenta que afuera hay una hinchada terrible esperando a Lucia llegar. Me había olvidado que la familia permaneció en la sala escapándose del personal de seguridad evitando que los rajen por quilomberos.

Una vez solos los 3 en la habitación, un capítulo en mi vida terminaba y otro empezaba con la incertidumbre curiosa de saber que nos esperaba vivir. El día terminaba y era tiempo de descansar. Habiamos hecho un buen trabajo los 3 y nos tocaba disfrutar.

Igual se ve que la nena no se enteró porque no se durmió nunca. Eran las cinco de la mañana cuando pega los párpados y en eso cae un enfermero  a revisar a la criaturita –Y padres, como va eso?. Llantos y volver a empezar.
Y esos 4 kilos de personita ya empezaban a manipular nuestras vidas, tiempos y recursos. Educándonos más ella que nosotros; Pensando que éramos nosotros quienes íbamos a criar una hija pero siendo ella quien nos empezaba a enseña a ser padres. 

Para cuando nos dieron el alta, el estacionamiento nos cobró 300 pesos pero para entonces uno ya se convertía al partidismo del "Dale, cogéme que me gusta"

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermoso relato! Me encanta 'escucharte' la tonada!
Felicitaciones de Ali de Australia. :)